
El foco de Colegiales
Hace ya un tiempo, CONSOL había logrado instalar uno de sus focos de consumo en Colegiales, muy cerquita de las famosas cinco esquinas, punto neurálgico del barrio. A fines de seguir ampliando y promoviendo una forma de consumir consciente y solidaria, nuestra cooperativa se había acoplado a un espacio donde funcionaban diversas actividades culturales y políticas.
Irina Prytula sigue siendo la coordinadora de ese foco, y ella nos ayuda con su testimonio a reconstruir una partecita de esta historia de CONSOL. Dice que en ese momento y con la base de operaciones en el local de la avenida Álvarez Thomas, se logró apuntalar la herramienta del cooperativismo, aparte de promover en el vecindario la iniciativa de hacer las compras participando de un circuito diferente, por fuera de los rangos hegemónicos.
A poco de desatada la pandemia, ocurrió que CONSOL debió prescindir de su espacio físico, allí donde se producían los encuentros con sus vecinos y consumidores. Cuenta Irina que, llegado este punto, otros focos comenzaron a absorber a muchos de los socios y socias de Colegiales: la cooperativa apostaba a la relocalización, como una manera de evitar la pérdida del contacto. No obstante, el foco de Colegiales sigue funcionando, ahora desde la virtualidad, y no son pocos los vecinos que permanecen nucleados en él.
“Fue difícil porque nosotros siempre hicimos prevalecer el vínculo cara a cara, y de esa manera nos dábamos a conocer en el barrio. Cuando nos quedamos sin local, los pedidos siguieron llegando, pero nos empezamos a manejar con la modalidad del envío a domicilio, y eso nos hizo perder en diálogo y cercanía”, explica Irina.
Lo que rescata la referente es el rol que asumió CONSOL, en el contexto de aquella normalidad restrictiva que había generado la pandemia. Primero desde el local y luego ya sin esa presencia territorial, pero siempre al servicio de un barrio y una comunidad que le buscaba la vuelta para solucionar los problemas cotidianos. Y ahí la plataforma de CONSOL se convirtió en una herramienta importante, frente al desconcierto de las grandes cadenas de supermercados que no estaban preparadas aún para hacer frente a un consumo de estas características.
“Se armó una red de cooperación que fue fantástica -sigue Irina-, porque un montón de gente que de golpe se había quedado sola y aislada encontró en nosotros una solución”.
Hoy, con la pandemia retirándose de nuestras vidas, CONSOL tiene el desafío de volver a tejer puentes y vínculos y de dar a conocer su propuesta a tanta gente como sea posible. En Colegiales, sin un espacio genuino, el desafío es doble, e Irina admite que tras el cimbronazo pandémico ella y sus compañeros han quedado un poco desdibujados, acaso sin saber de qué manera recomenzar.
Es un momento difícil, porque efectivamente este tiempo que pasó nos dejó un poco aturdidos y aturdidas. No lo decimos solamente por el trabajo que hacemos en CONSOL, sino en un sentido más amplio: todos y todas, de aquí en más, tendremos que ir descubriendo el modo de volver a ser, y también de volver a hacer. Tenemos una ventaja: ya hemos aprendido que no se puede en soledad. Lo que queda, entonces, es volver a charlar entre compañeros y compañeras, comunicarnos, contarnos las cosas que nos pasan, y buscar otra vez la manera de salir adelante, solidaria y comunitariamente.