
Guadalupe sonríe
#Microhistorias 2
Guadalupe sonríe y dice que la adora a su tía, porque es una de las personas más compañeras que conoce, y cuenta que fue a través de ella, de su tía Eugenia, como se acercó al local de la calle Zelaya y empezó a familiarizarse con este mundo de CONSOL. Lo dice así: “Ahí descubrí otra manera de consumir, una que es consciente y colectiva, porque no solo me involucra a mí, como consumidora, sino también a los productores, y entonces los vínculos que se generan de entrada ya son distintos”.
Tiene 24 años, se llama Guadalupe Dadamio, consume en el Foco del Abasto y es licenciada en Relaciones Internacionales. Habla de la vocación pública que la llevó a estudiar esa carrera y que la sostiene activa, vinculándose día a día con estas lógicas que enaltecen lo que somos como personas e intentan, desde ahí, reconstruir algunos lazos que se nos han estropeado. Rescata de las cooperativas el hecho de que busquen comprender y que se pongan del lado de los hombres y las mujeres que participan de ellas. En el caso de una cooperativa de consumo como CONSOL, ella se siente incluida y se sabe partícipe de sus procesos, y eso le produce un entusiasmo natural. “Cada vez que organizan una encuesta para saber cómo pensamos sus consumidores, o cuando me piden una opinión sobre un producto, para decidir colectivamente si se incorpora o no: todo eso me inspira confianza. Y la confianza se reafirma cuando me encuentro con precios razonables y con una oferta que incluye productos agroecológicos, cosa que difícilmente consiga en las grandes cadenas comerciales”.
En la nota anterior, Cecilia hablaba de la necesidad de seguir expandiendo las fronteras de esta economía alternativa, si queremos poner los cimientos de una cultura desprendida de la noción del descarte, y de un modo de consumir que no sea agresivo ni alienante, sino sereno y responsable. “Hasta hace un par de años -agrega Guadalupe-, era inimaginable consumir de esta manera, incluso para alguien como yo, que ya tenía una militancia. Hoy tengo hábitos que son completamente distintos, porque me encontré con esta lógica de consumo que, sin dudas, es muy superadora”. Si bien todavía no es una organización que abarque a vastos sectores de la sociedad, lo cierto es que el universo de las cooperativas de consumo se está expandiendo, y que cada vez más personas se animan a participarlo.
Guadalupe tiene elementos para ser optimista: dice que la sociedad está en plena transición y que estas nuevas formas de vincularse apenas están emergiendo. Hay una consciencia en gestación y el proyecto de ley de Etiquetado Frontal -pronto a debatirse en Diputados- es una clara muestra de estos avances. “La gente quiere consumir de forma honesta, no quiere más ser engañada, y la propuesta de las cooperativas está alineada con esa transformación, porque conecta a los consumidores con los productores y aporta claridad en la cadena”.
“¡Ojo!”, alertaba Cecilia, la vecina de Caballito, que no se trata solamente de participar por una afinidad de ideas, sino que tienen que verse los resultados, porque detrás de cada consumidora y de cada consumidor hay una historia familiar, y muchas necesidades que deben ser resueltas para que todo esto tenga un sentido. Guadalupe cree en los mensajes que se esparcen boca a boca, porque ahí habita la confianza de la que hablábamos antes: “Cuando alguien que querés mucho te cuenta algo y te sugiere que pruebes, porque te puede venir bien, lo más probable es que le hagas caso, porque le creés y confiás”. Eso le pasó a ella con su tía Eugenia, y por eso se atreve a pensar que cada vez más familias consumirán así, con una mirada social. Solo es cuestión de tiempo, igual que ocurre con todas las transformaciones que nos hacen bien.