
Nosotros también Plantamos Memoria
Algunos vecinos de la calle Padilla al 600 se habrán desconcertado un poco, cuando salieron de sus casas el último 24 de marzo y vieron a un grupo de personas que se había congregado allí, en la vereda, para celebrar la plantación de un nuevo árbol. Otros seguramente ya estarían al tanto de esta campaña que habían lanzado los organismos de Derechos Humanos, y entonces habrán saludado con cariño la iniciativa en pleno barrio de Villa Crespo.
La campaña era sencilla: plantar 30 mil árboles, a lo largo y ancho de la geografía nacional, uno por cada compañero y compañera que el Estado en manos de militares desapareció, durante la última -y más cruel de todas- dictadura que recuerda nuestro país. De a poquito, y con todas las dificultades a cuestas, vamos arrimándonos a los 40 años de una democracia ininterrumpida, y eso, sin dudas, es una tarea quijotesca que merece ser celebrada tanto como se pueda.
Pero, el 24 de marzo no se celebra el retorno de la democracia, sino que se recuerda la jornada más triste de que tengamos memoria: el día que la Junta Militar anunciaba por todas las radios el comienzo de una nube negra que nos cubriría de penurias y tristezas durante siete años y medio. Mucha lluvia y pocos paraguas. Marcela Fatone es asociada de Consol y ese día estuvo presente en la Tienda de Villa Crespo. Ella explica que FEDECABA (Federación de Cooperativas Autogestionadas de Buenos Aires) había decidido desde un primer momento que participaría activamente de la campaña, y que luego un grupo de consumidores de la Cooperativa Consol hizo suya la propuesta y decidió encontrarse en la tienda para materializarla. Y así fue.
El encuentro se produjo en la vereda del local y hasta ahí llegaron no solo estos compañeros y compañeras que habían decidido organizarse, sino también algunos vecinos y familiares que se enteraron y decidieron participar. Macetas, bolsitas de semillas e incluso un par de arbolitos pequeños, iban llegando en manos de cada uno de ellos y ellas. Y cuando estuvieron todos ahí, entonces sí, procedieron juntos a plantar un cacho de Memoria en la tierra, tal como el lema de la campaña sugería hacer.
Dice Marcela que fue muy emotivo el encuentro, “y más en este contexto, que nos impide marchar, que nos impide estar en la plaza como acostumbrábamos hacer”. Explica que esa fue la manera que se encontró, y que muy bienvenida fue, porque les permitió gritar “¡presentes!” otra vez y a pesar de todo lo que nos está pasando.
Algunas macetas volvieron a irse en las mismas manos que llegaron, pero esta vez con las semillas plantadas. Los arbolitos, por su parte, quedaron en la entrada de la Tienda de Consol, en la vereda de Padilla y al cuidado del sol y las lluvias. Pronto crecerá vida en esas macetas, y los árboles se robustecerán imperceptiblemente frente a nosotros. Cada vez que los miremos, aunque sea de pasada, dedicaremos un pensamiento a esos hombres y mujeres que se empecinaron en un mundo mejor pero no pudieron contar la historia. Entonces habrá valido la pena.